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“La fiesta del pueblo”: ¿sigue siendo del pueblo?

Editorial

La Fiesta Nacional de la Empanada instituida hace 43 años atrás por nuestros abuelos, no está ajena a los vaivenes del tiempo ¿sin embargo aún conserva su esencia?

“Lo que no se adapta, muere” ¿pero hasta qué punto todo cambio es válido?
El fin de semana pasado, aunque aún reciente, se llevó a cabo la edición número 43 de la típica Fiesta Nacional de la Empanada con una cartelera que dió que hablar.

Sin duda fue una edición con fuertes cambios. Sin embargo la fiesta ha ido mutando a lo largo del tiempo para llegar hasta aquí. Aquellos que peinan canas recuerdan que surgió como una manera de juntar fondos, donde cada institución tenía su rancho. Las primeras fiestas se llevaron a cabo en diferentes puntos de nuestra ciudad, hasta que se destinó el predio actual que fue designado como “Luis Sandrini” por el Honorable Concejo Deliberante Famaillense.

El predio contaba entonces con un escenario de material nombrado en Honor a Simeon Nieva, y estaba ubicado de espaldas a la avenida rodeado por las tribunas y un playón circular. Los artesanos tenían sus puestos en el rancho mayor, una construcción de material y techo de paja que daba cobijo a los vendedores y albergaba los baños. Con el paso de los años y el aumento significativo de los espectadores el escenario y el rancho fueron demolidos para mejorar la circulación.

Tras la demolición del escenario, y en reparación a Don Simeón el HCD mediante la ordenanza N°15/18 rebautizó el predio en su totalidad con el nombre de “Simeon Nieva”, el cuál es ignorado por los organizadores actuales pese a la normativa vigente. Los Kioscos, fueron otra incorporación que llegaron con el paso de los años ya que en un principio todos eran ranchos; algo similar ocurrió con la instalación año a año de baños químicos ya que según lo manifestado por los organizadores de turnos los sanitarios eran constantemente vandalizados.

Los géneros musicales también han ido cambiando, desde el folklore local y regional más tradicional a música popular que llegó en primera instancia de la mano de las cumbias tucumanas, y el Cuarteto cordobés hasta llegar al día de hoy con cumbia420 y por primera vez la presentación de un artista que no toca ningún instrumento sino “mezcla en vivo” algo propio de las fiestas electrónicas y los boliches.

Seguramente estos cambios serían inimaginables para los pioneros de esta fiesta. Pero ya que Famaillá de un tiempo a la actualidad se caracteriza por las réplicas ¿por qué no replicar las buenas ideas y organizar las noches por género musical? Y garantizar que todos los grupos etarios puedan disfrutar de los artistas propios de cada generación ¿o sólo importa llenar el predio hasta rebasar su capacidad sin importar quienes se quedan afuera?

La ordenanza que garantiza la gratuidad de la noche del viernes, y el día domingo hasta las 18:00 para que aquellos ciudadanos que no cuentan con los recursos para costear una entrada sigue aún en la nebulosa de la legislación famaillense existente. Y las plateas, o sector premium para aquellos que pueden y quieren asegurar un lugar cómodo que les permita disfrutar del espectáculo siguen siendo una deuda, de un predio que no cuenta con la cantidad suficiente de metros cuadrados, baños químicos, y operativos de seguridad.

La discrecionalidad, en cuanto a lo económico, con la que los organizadores de turnos tratan a los artistas y academias locales en comparación con los costosos números nacionales, sigue dejando claro que nadie es profeta en su tierra… ¿No han sido todos cantores de pueblo, hasta la esperada consagración? ¿No deberíamos todos respetar el trabajo a puro pulmón de nuestros artistas quienes dejan todo en el escenario a la hora de representar a Famaillá?

La portación de cara, medio, o ideología política más o menos a fin sigue siendo una razón para privar al conciudadano de ejercer su derecho al trabajo, al disfrute y al entretenimiento.

La Fiesta Nacional de la Empanada, es actualmente una inversión, y como tal es lógico que se busque recuperar lo ganado con números atractivos y convocantes. Sin embargo esto no va en contra de un manejo transparente de los números, y el respeto a los artistas y espectadores locales.

Si hemos de cambiar, por qué no hacerlo de forma armónica respetando todos los gustos y haciendo que la fiesta sea realmente de todos.

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